El utilitarismo es una doctrina con tendencia hedonista, que establece que todo lo útil es aquello que produce felicidad, y que la felicidad se produce a través del placer y evitando el dolor. En esta se busca la mayor acción para el bienestar de la mayoría. En la actualidad, podría encontrarse muy fácilmente a la política utilitarista, o más bien “que dice ser utilitarista”.
Es común oír en las propuestas de candidatos políticos, “Por el bien del pueblo, propongo…”, “Por el bien del pueblo, haré…”, e infinitas frases que sirven de fachada para esconder al mayor problema de que la sociedad no avance: la corrupción. La política utilitarista en tiempos de corrupción nos hace reflexionar y poner en duda la verdad de las palabras y promesas; pero lo difícil es que aún la mayoría de las personas sigue beneficiando al candidato que más prometa.
Aunque los ciudadanos buscan hacer ver que los políticos son los únicos corruptibles, también se tiene que tener mucho cuidado con la ambición y avaricia deshonesta que hace que cualquiera como nosotros, se termine transformando en un eslabón de la cadena que hace que sigamos atados a la desventaja. Por otra parte, no solo los corruptos son nuestro principal problema; también tenemos que entender que la corrupción es algo que permitimos, al ceder la elección del poder a nuestra propia democracia de crédulos.
Se tiene que ser muy atento, ya que, en mi opinión, todo lo útil es aquello que produce felicidad, pero no todo lo que produce felicidad resulta útil. Y frecuentemente, seguimos el camino fácil, de lo que aparentemente produce placer, pero a largo plazo, nos sigue dejando atrapados en el dolor y la desesperación.
El utilitarismo quizás es la solución a que nos proyectemos en una sociedad, donde nos exijamos una vida digna y pongamos en práctica todas las formas posibles de que esto suceda, pero en la búsqueda de esa sociedad, si el resultado es un retroceso, sabremos que se ha fracasado, principalmente por la falta de sabiduría a la hora de elegir.
Tenemos que ser conscientes de que nosotros mismos labramos nuestro futuro y que tenemos que ser sabios a la hora de creer y defender. No debemos dejarnos cegar por el deseo de una vida plena y llena de felicidad, ya que nunca se va a estar tranquilo individualmente en una sociedad destruida por el engaño. Y esta se desencadena, en que nosotros decidimos darle el control al que, disfrazado del héroe que nos sacará de esta crisis, nos convierte en víctimas de su aprovechamiento a las necesidades de la gente, para incrementar los números de su jugosa cuenta bancaria.
Pero mientras no identifiquemos y encontremos la forma de elegir e incluso nos sintamos con la capacidad de gobernar y hacer un cambio, será fácil que manipulen nuestras decisiones, dejemos que nos influencien con “regalos”, no eduquemos a las generaciones sucesoras, tomemos decisiones por el camino fácil, y sigamos cediendo el poder a los mismos “falsos bienhechores”; de esta manera solo se va a seguir repitiendo un ciclo interminable de “necesidad – promesas – no cambios” y así hasta que reconozcamos que depende de nosotros avanzar o no.
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