Cuando pensamos en el marxismo, se debe tener claro que la propuesta se resume en la teoría que expone que en la sociedad hay básicamente dos clases sociales: la de los capitalistas o explotadores y la de los proletarios o explotados. Aunque se debe tener claro que hay una base superior por encima de la estructura económica que sería la ideológica, es decir, de donde parten las condiciones para que haya personas que se sientan “dominantes” y otras que sean “dominadas”. Desde esta aclaración, se puede afirmar que actualmente en nuestro país vivimos el Marxismo en su máxima expresión, especialmente con las desigualdades evidentes que vivimos, como se dice en la frase popular, en nuestro país la lucha de clases sociales es “pelea de tigre con burro amarrado”.
Lastimosamente desde las ideologías y sistemas políticos, no se propicia una inversión que pueda disminuir las brechas de desigualdad que históricamente han existido, al contrario, cada día crecen más. Es común escuchar en las noticias los casos frecuentes de corrupción que no permiten ayudar la clase más necesitada; así, es normal que la clase rica siga incrementando su capital y no generen posibilidades para que la clase obrera mejore sus condiciones de vida.
Desde mi punto de vista, el capitalismo salvaje que se evidencia en nuestro país, tiene su punto de partida en el sistema político, un sistema que favorece los intereses de los sectores económicos privilegiados por su poder adquisitivo, por ejemplo, el sector bancario y el de las grandes empresas que tienen a su cargo un número significativo de trabajadores.
Al favorecer los intereses de los que tienen mejores condiciones, permite que el poder económico se siga concentrando en un pequeño grupo de personas y haya una distribución inequitativa de los recursos económicos. Dicha distribución inequitativa de los recursos empieza a generar malestar en la clase social trabajadora que se siente explotada, ultrajada y que consideran se aprovechan de sus necesidades.
Cuando el poder se concentra en unos pocos, genera principalmente abuso de poder, ocasionando que la clase capitalista, tenga el control y dominio de todo lo que está en su entorno, especialmente de los medios de comunicación que también pasan a ser actores decisivos que favorecen esos mismos intereses. Esto termina generando que la clase proletaria alce su voz y reclame sus derechos a través de paros y huelgas. Lastimosamente estas acciones muchas veces generan mayor inestabilidad económica porque repercute en despidos, amenazas con bajar sus salarios que de por sí son bajos y señalamientos por la clase capitalista.
Por esta razón se requiere que la población despierte del letargo en el que pareciera que vive sometido. Es claro que todos conocemos la pésima gestión por parte de la mayoría de nuestros gobernantes, por eso es urgente hacer efectivo el voto programático del que nos habla la constitución, votando no por las familias tradicionales e históricamente ancladas en el poder y permitiendo que realmente lleguen personas que favorezcan los intereses de la mayoría.
Solo de esta forma, las desigualdades en las clases sociales se van a acortar, generando mejores condiciones de vida para todos y evitando que el marxismo se siga evidenciando claramente en nuestro país. La pelea no debe ser de “tigre con burro amarrado” sino de “burro con tigre amarrado”, es decir, el pueblo es quien debe tomar la iniciativa desde diferentes espacios, especialmente en el escenario político, para hacer efectivo el voto programático del que nos habla la Constitución y elegir bien a los gobernantes, permitiendo que realmente prevalezca el bien colectivo por encima del particular. De esta manera, aunque el tigre sea muy bravo, siempre va a estar amarrado, es decir, controlado por políticas justas que permitan garantizar los derechos fundamentales de todas las personas, para que se dé el bien común.
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