A un hermoso bosque, donde todo era alegría, paz y tranquilidad y los niños y las niñas acostumbraban a ir todos los días a jugar, llegó un día la noticia sobre una extraña enfermedad. Entonces se dio la orden, que en sus casas confinados, todos permanecieran, hasta que el mal se hubiese marchado.
Así fue que en este bosque, con resignación y algo de pena, quedaron todos aislados, pasando una cuarentena. Y para que todo siguiera, de alguna manera funcionando, de prisa se organizaron y encargos a cada uno, se le fueron asignando.
Los padres se encargarían de proteger a sus hijos en casa para que estuvieran siempre a salvo de esta extraña enfermedad, y los sabios búhos a los niños y niñas debían ilustrar, a través de unas clases que se realizarían de manera virtual, porque eran las personas más importantes y había que cuidarlas para que siguieran creciendo en virtud y sabiduría, eso sí, sin que perdieran nunca la alegría.
Pero, ¿quién se encargaría de mensajes y comunicaciones y de adelantar la gestión para que no falten las provisiones?
– ¡Yo estaré pendiente – dijo Martica, de mensajes y circulares, desde aquí, de mi casita!
– ¡Yo también ayudaré – dijo Sandrita, – consultando cotizaciones y llevando las cuenticas!
La contabilidad estaría a cargo de Milenita, con el apoyo permanente de Yeraldín, otra agraciada ardillita.
Kelly y un escuadrón de laboriosas hormiguitas se encargaría de cuidar el lugar, para mantenerlo limpio y hermoso para cuando todos pudieran de nuevo regresar.
Y así fue que en este hermoso bosque, a pesar de las restricciones, todo siguió funcionando, con entretenidas e interesantes clases y buenas comunicaciones. Ah, y por supuesto, nunca faltaron las celebraciones, para los niños, las niñas, las madres, los padres, las secretarias, las profesoras y profesores.
Y así fue que cuando la enfermedad se hubo marchado, todos volvieron al hermoso bosque y una gran fiesta organizaron, con música, bailes, juegos y mucha diversión, dando gracias al Cielo por tan hermosa bendición.
Comentarios recientes